lunes, 22 de febrero de 2016

SANTAS, VÍRGENES Y BERRACAS.

Desde siempre, a las mujeres se nos quiere imponer un modelo de conducta a seguir, se sobrepone la familia al individuo, es mucho más importante mantener el núcleo familiar unido, aunque los derechos y la individualidad de la mujer se diluya en ese propósito.
La mujer deja de “existir”, se convierte en una herramienta de cohesión, en el pegamento de las partes del rompecabezas, que muchas veces se sienten en libertad de vivir su vida cada uno a su antojo, porque saben que disfrutan de ese amortiguador que va a aguantar cualquier cosa y que solucionará cualquier problema.
Esa fue la sensación que tuve al escuchar la entrevista que le brindaron a Blu Radio (Colombia), el exviceministro Ferro y su abnegada mujer. Se necesitaba un lavado de cara automático, algo que rompiera con todos los esquemas y desviara la atención del caso , que le diera la vuelta a la tortilla, convirtiendo a los acusados en víctimas, y por la reacción de los periodistas, lo consiguieron.
¿Usted sabía que su mujer era tan berraca? preguntó uno de ellos dejándose llevar por la fascinación de ver actuar a un ser humano como un robot, hundido por una noticia sacada del ámbito privado y expuesta de manera brutal, viral, en el ámbito público.
Mis queridos amigos, eso no es ser berraca*, es ser el triste títere, libreto en mano, de las circunstancias que le rodean. Me atrevo a opinar sobre el tema, porque no habían pasado 3 días de haber sido publicado el odioso vídeo, cuando los protagonistas se ponían de nuevo en la palestra pública, para contarnos a todos que doña Marcela le perdonaba a su marido casi de manera instantánea, no un desliz, no una duda en su vida sexual. Le perdonaba una confesión de toda una vida de mentiras. Nosotros los oyentes, no habíamos terminado de asimilar el vídeo, sus consecuencias, los por qués, las frases, las medidas… Y doña Marcela, ya había perdonado y rehecho su vida, sin titubear, sin que le temblara la voz, sin soltarle la mano a su marido.
O ya lo sabía de antes y este duelo ya estaba hecho. O este es uno de esos tantos matrimonios de conveniencias en dónde la mujer se anula dentro del núcleo familiar, descarga toda la parte económica en el “hombre de la casa” y cuando la cosa no funciona, se enfrenta a perderlo todo, ella y sus hijos.
Nuestra sociedad colombiana es tan machista, tan enferma de consumismo y apariencia, que se cree que una mujer es berraca por aguantar lo inaguantable, lo que nadie se plantea para su vida, pero ella es berraca porque lo hace por sus hijos, ni siquiera por ella, porque ella ya dejó de existir hace mucho tiempo.
Sin embargo, si se hubiera publicado un vídeo de una mujer que coquetea con otra y que confiesa que lo ha hecho con muchas, desde hace muchos años, con detalles tan íntimos como los que se rebelan en este. Su marido para ser berraco tiene que dejarla, porque si la perdona es “un huevón”, por otro lado si la perdona, lo hará en privado.
Mientras las mujeres no se empoderen a ellas mismas, se reconozcan como seres independientes, dignos de tener vida propia, sentimientos, metas, dudas, carreras, igualdad de derechos, mientras no aceptemos que no somos perfectas, ni santas, ni mártires, ni heroínas, ni culpables de todo.
Mientras no se reconozcan los derechos de los gays,  se ponga como requisito que un hombre político tenga que ser  un hombre de familia, cristiano o católico, perfecto, de “intachable” conducta. Seguiremos viendo estos lamentables espectáculos en los medios colombianos, alentados por el rating.

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